El director del CySOC y catedrático Manuel López Muñoz, del Ärea de Filología Latina de la Universidad de Almería, estudia, edita y publica sendos manuscritos de Bartolomé Alcázar (1648-1721), primer impulsor de una Ortografía tras participar en la creación de la RAE, de gran valor en la actualidad al abordarse “preguntas propias de nuestros días”.
Hasta ahora, habían permanecido en el Archivo de la RAE sin que nadie los sacara a la luz. Dado su interés histórico, pero también la vigencia de lo que exponen, al ser su contenido perfectamente trasladable al momento actual, Manuel López Muñoz los ha ‘puesto en valor’ de nuevo precisamente con ese doble interés. Lo ha hecho a través del trabajo publicado por el Boletín de la RAE, ‘Dos discursos inéditos de Bartolomé Alcázar, miembro fundador de la Real Academia’ (100.321 (2020), 74-114). Sin duda, puede considerarse que la edición de ambos manuscritos hace varias aportaciones en distintos niveles: “Para los especialistas, es una contribución a la historia de la Retórica y a la de la RAE; para el público en general, expone cómo algunas preguntas que parecen tan propias de nuestros días tienen siglos y siglos de antigüedad”. Así lo ha manifestado textualmente este catedrático de Filología Latina de la Universidad de Almería, miembro del Grupo de Investigación HUM-741 -‘El legado de la Antigüedad’ y director del Centro de Investigación «Comunicación y Sociedad» (CySOC) de la UAL.
López Muñoz es uno de los principales especialistas en la figura y obra de este jesuita y desde el año 1994 ha realizado varios trabajos de gran interés sobre Alcázar con anterioridad al estudio de referencia, enmarcado este último en un proyecto I+D+i (FFI2014-56933-P) financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, ya finalizado y denominado “El ‘De Rhetorica Facultate’, de Bartolomé de Alcázar (1648-1721). Edición, traducción y estudio preliminar”. Gracias al mismo, se han abordado estos documentos inéditos, estudiados por el catedrático para finalmente acabar por recuperarlos dándoles una edición moderna y completándolos con notas destinadas a identificar las fuentes utilizadas por el propio jesuita. Como curiosidad, ha recordado que: “estos manuscritos no se han perdido”, sino que: “están disponibles en el propio Archivo de la Real Academia”, a pesar de que: “cronistas y estudiosos de la RAE los mencionan como ecos de algo casi desconocido”. Ha ido a más al afirmar que: “las historias y crónicas de la Real Academia Española mencionan de pasada estos discursos, pero ni siquiera los llegan a citar correctamente”.
Abundando en el argumento de su vigencia a lo largo del tiempo, ha explicado que las preguntas ‘¿hay que ser guapo para hablar en público y convencer?’, y ‘¿tiene sentido que los mayores sigan formándose?’, “vienen planteándose desde la antigüedad”, así como que: “las respondió hace más de trescientos años uno de los fundadores de la Real Academia, el jesuita murciano Bartolomé Alcázar (1648-1721), profesor de Retórica en el Colegio Imperial de Madrid y, más adelante, de Matemáticas”. El origen de estos textos felizmente recuperados está en que: “los académicos tenían, en los primeros años, la costumbre de encargar a uno de ellos que preparara y pronunciara un discurso de tema libre en cada una de sus reuniones”. Al Padre Alcázar también le correspondió dicha misión y: “cumplió aportando una reflexión sobre si el predicador necesita tener buen aspecto (‘Si es preciosa prenda del orador cristiano la hermosura’) y otra sobre si la ancianidad es incompatible con seguir aprendiendo (‘Si el estudio es indecoroso a los ancianos’)”.
En el primero, el jesuita “manifiesta que, indudablemente, van juntas la capacidad de convencer y la belleza, que puede ser física o espiritual: para él, un orador que carezca de ella puede compensarla con la sabiduría y la elocuencia o bien dedicarse a escribir discursos, pero no pronunciarlos”. En cuando al segundo, “el autor proporciona ejemplos de cómo se puede en plena vejez seguir manteniendo una intensa actividad intelectual”. Manuel López, en una contextualización más amplia sobre Alcázar, ha añadido que: “era un hombre de amplios horizontes: se le encargó el diseño de un puente en Cuenca, escribió de Historia, Astronomía, Biología, vidas de santos o Geografía, aunque su faceta más importante fue la de fundador de la Real Academia en octubre de 1713”. Fue el primer ocupante de la Silla F, “actualmente asignada al cineasta Manuel Gutiérrez Aragón y antes al novelista José Luis Sampedro”, y sobre su legado ha relatado que: “intervino en el diseño de la primera de las grandes obras académicas, el Diccionario de Autoridades, aportó palabras e incluso fue el primero en defender la necesidad de contar con una Ortografía”.