Finaliza en El Ejido el curso de verano ‘Bene Sapiat’ de la UAL, dedicado a ‘La alimentación en la antigüedad’, con una degustación final tras haber dejado claves determinantes que invitan a insistir en la búsqueda sobre terreno: “Los yacimientos nos van a dar las particularidades regionales y toda la evolución de cultivos, ganadería y medio ambiente”.

Ha tocado a su fin el curso de verano que recupera a El Ejido como sede, perfectamente contextualizado en la localidad al tratarse de uno de los enclaves más ricos de la provincia respecto a restos arqueológicos. El yacimiento de Ciavieja se ha tenido como referencia de fondo para un abordaje más amplio que el del pasado romano de Murgi, planteándose, eso sí, el interés que tendrán las futuras excavaciones en un emplazamiento de tan larga ocupación como es el ejidense. En la práctica, se ha puesto el cierre pudiendo pronunciar el ‘Bene Sapiat’, el ‘buen provecho’, al realizarse una degustación que ha servido como colofón a tres días de enorme provecho para el alumnado y de muchas expectativas de próximas investigaciones por parte de los ponentes.  Lo ha dirigido Carmen Ana Pardo y el balance es altamente satisfactorio.

El catedrático José Luis López Castro ha situado un marco del máximo interés dentro de la temática abordada, poniendo por título a su intervención ‘Dime qué comes y te diré de dónde vienes: la alimentación como indicador cultural’. Afortunadamente, “la técnica arqueológica ha evolucionado mucho; antes no se recuperaban, por ejemplo, los huesos, las conchas… y desde hace ya varios años las nuevas generación de arqueólogos recogen no solamente los huesos y las conchas, sino también la microfauna, o sea, los huesos que no vemos a simple vista, y luego también recogemos muestreos importantes de semillas, de carbones, que antes no se les daba importancia, también fitolitos, que son las raíces que están petrificadas…”. Por lo tanto, “hay un montón de información que ofrece el registro arqueológico”, añadiendo a ese listado “los pólenes de las especies vegetales que traía el viento de unos centenares de kilómetros a la redonda, lo que está informando del medio ambiente, pero también de los cultivos”.

Es más, estos pólenes se depositan en estratos arqueológicos y por eso “podemos fecharlos”, siendo una suma de datos, “muchos más que hace cincuenta años”, mediante los cuales “podemos conocer aspectos relacionados con la alimentación”. López Castro ha sentencia que “todo está en la tierra, todos los desechos, toda ‘la basurita’, y nosotros tenemos que recuperarla, algo que cada vez se hace de manera más sistemática, con lo cual podemos tener una visión más amplia de cómo era la alimentación en diferentes épocas”. De ahí se sostiene con certeza que “lo que hoy día denominamos dieta mediterránea tiene su base en lo que denominamos la triada mediterránea, que es el cultivo del cereal, de la vid, y del olivo, y una cuarta pata del banco que es la arboricultura, o sea, el tratamiento específico que hay que darle a los olivos, que hay que darle a las vides, los injertos, la poda, cavar la viña y los olivos; este tipo de tareas que nuestros agricultores tienen ya perfectamente asumidas las introdujeron los fenicios hace casi 3000 años”.

Muy interesante es que “el alimento es una forma de diferenciación social, de hacer valer el prestigio social que tienen determinados grupos sociales, porque hay alimentos que son asequibles solamente a algunos de ellos, bien porque pueden pagarlo cuando estamos hablando en términos de mercado o bien porque a través de otro tipo de relaciones políticas, diplomáticas, obtienen regalos de otras sociedades”. Ha recordado que “el vino por ejemplo luego ya se popularizó, pero al principio se restringía solamente a la realeza o a la nobleza”. Para la aplicación de estas investigaciones en el yacimiento de Ciavieja, “lo bueno es que tiene una secuencia de ocupación muy larga, que arranca a comienzos del calcolítico y llega a época tardorromana, así que con el tiempo se van a poder ir recogiendo datos suficientes para tener una lectura de cómo evolucionó la alimentación, pero también los cultivos, la ganadería, el medio ambiente, las especies silvestres que había, tanto vegetales como animales, y como evolucionaron, desde el cuarto milenio antes de Cristo”. Lógicamente “es laborioso, depende de en qué zona se excave, pero ahora mismo ya hay localizadas varias zonas”.

Por último, ha recordado las relaciones que se establecían en torno a la comida en el mundo romano: “Primero, tenemos una riqueza importante en las fuentes escritas que desgraciadamente no tenemos en otras sociedades del pasado, lo que nos permite reconstruir la alimentación, y después además tenemos el complemento que nos permite concretar, regionalizar”. Es evidente la necesidad de la toma de datos en excavaciones frente a “algunos que dicen, ‘bueno como tenemos las fuentes, para qué vamos a estudiar huesos’, y claro había ganadería, pero es que no es lo mismo la ganadería de aquí que la que podía haber en Tarraco o en la provincia de Lusitania; hay muchas particularidades regionales y pervivencias, porque las sociedades se relacionan con el medio y esa relación pervive a largo de los siglos, porque es una experiencia acumulada en la explotación de los de los recursos, del territorio, agrícolas, ganaderos, mineros, marítimos, etcétera, y forman parte del acervo cultural de la de la población”.

Por su parte, Adolfo Jerónimo Domínguez, catedrático de Historia Antigua en la Universidad Autónoma de Madrid, ha ofrecido una conferencia titulada ‘Comer y beber en la Grecia antigua’, centrándose en su especialidad académica y compartiendo su profundo conocimiento con el alumnado. Ante todo, ha manifestado lo “interesante” que es un curso de verano específicamente destinado a esta cuestión: “En el mundo en el que yo trabajo, el mundo griego, es fundamental sobre todo porque tenemos, a diferencia de lo que ocurre con el mundo fenicio, fuentes escritas con las que sabemos lo que piensan los griegos sobre la comida y sobre la bebida, y tenemos una gran cantidad de iconografía que nos habla de los alimentos, incluso de cómo se preparan, de cómo se consumen, de qué comen, de las plantas y los animales que comen…”. La ha resumido muy rotundamente: “No sé si ellos fueron los que inventaron la gastronomía, pero los primeros textos sobre gastronomía y sobre preparación de alimentos que conocemos son griegos”.

Como López Castro, ha enfatizado en que “es la dieta mediterránea, porque estamos hablando de cereal, el trigo, la cebada, de las plantas que conocemos, por supuesto no las que vinieron de América, no tenían tomate ni patatas, pero sí el resto de los vegetales, carne, poca; en el mundo antiguo no se comía tanta carne”. Yendo más lejos, “sabemos que hay también una jerarquía de alimentos y que hay unas maneras de comer, que critican mucho a los que no comen según las normas, a los que comen, por ejemplo, mucho acompañamiento, y me refiero a carne o pescado y sin embargo no comen el pan, cuando lo normal es comer pan acompañado de cosas, así que hay críticas a los que comen cosas y comen muy poco pan, con algunos textos muy graciosos”. Incluso, en la línea de las similitudes, “se parecen mucho a nosotros porque los griegos consideran que la cocina es cultura, porque ellos parten de la idea de que antiguamente había canibalismo y el gran cambio en las civilizaciones es dejar de comer personas”.

Su línea de investigación a lo largo de los años dice que “los griegos son los primeros que valoran la cocina referida a la preparación de alimentos como síntoma de civilización”. Sobre las relaciones en torno a la mesa, hay una diferencia clave: “Curiosamente, más la bebida que la comida, es decir, los griegos tenían simposio, en el que se comía, pero la parte verdaderamente importante era la de después, una vez que se había comido; satisfecha la necesidad de comer, se retiraban esas mesas y ponían unas mesitas bajas y se bebía con alguna cosita para picar, pero es donde realmente se hacían las cosas”. Ha especificado que el vino se tomaba mezclado con agua “para no emborracharse a la primera porque se hablaba todo en ese momento, desde negocios hasta preparar un golpe de Estado, además de hablar de filosofía”. Ha añadido que “esta parte del simposio estaba totalmente codificada”, y dependiendo del nivel de agua y de vino mezclados podía acabar hasta en una orgía pura y dura, representadas algunas en la cerámica, y si la cantidad de vino era menor, se desarrollaban diálogos platónicos, hablando de alma, hablando de política…”.

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