La revista Nature publica este miércoles 16 de julio una investigación en la que interviene Emilio Rodríguez, de la Universidad de Almería, dentro de un equipo internacional de 24 científicos. El trabajo realiza una nueva estimación global, a partir del conocimiento científico existente, cuyos resultados muestran una fijación de nitrógeno en áreas naturales “menor de la que se asumía hasta ahora

La UAL vuelve a estar presente en una investigación global que arroja datos de una enorme relevancia para el futuro del planeta. Se trata en esta ocasión de un estudio que viene a advertir sobre una realidad diferente a la que se entendía, como es que las áreas naturales de todo el mundo absorben menos nitrógeno de lo estimado previamente. Una investigación que, dada su relevancia, ha sido publicada en la prestigiosa Nature este mismo miércoles, 16 de julio.

La investigación cuenta con la participación de 24 científicos que forman un equipo internacional liderado por Carla Reis Ely, de la Facultad de Silvicultura de la Universidad Estatal de Oregón, en EEUU, y del que forma parte Emilio Rodríguez, investigador del Área de Edafología y Química Agrícola de la Universidad de Almería, además de miembro del Grupo de Investigación RNM-927 ‘Ecohidrología y restauración de tierras áridas’. Rodríguez ha explicado que “en el ‘paper’ se hace la estimación de la tasa de fijación global anual de nitrógeno atmosférico en ecosistemas terrestres, incluyendo zonas agrícolas”, así como que para calcularla se impl”.

Precisamente su contribución al estudio “parte de un mapa de cobertura global de biocostras que publicamos previamente en 2018”, ha contextualizado: “A partir de este mapa de cobertura, y tras revisar todos los artículos publicados hasta el momento, hemos calculado un mapa de fijación de nitrógeno en biocostras que se agrega con todos los demás ‘nichos’ para obtener la tasa global de fijación de N”. Rodríguez ha hecho referencia a la trascendencia que tiene “el impacto general del nuevo modelo de fijación de nitrógeno”, advirtiendo sobre que “esta fijación en ecosistemas naturales es menor de lo que se esperaba, a pesar de incorporar un componente muy importante como son las biocostras, que antes no se incluía”.

El investigador de la UAL ha añadido que, “por el contrario, los datos para zonas agrícolas, cultivos de leguminosas principalmente, muestran que la fijación de nitrógeno es mayor de lo que se había calculado anteriormente”. Ambas aseveraciones, la disminución en espacios naturales y el aumento en las áreas en producción agrícola, son muy relevantes para el medio ambiente. Así, este estudio deja claro que los bosques, las praderas y otras áreas naturales de todo el mundo absorben menos nitrógeno de lo estimado previamente, mientras que un aumento en la fijación agrícola, aunque reduce el insumo de fertilizantes agrícolas, podría estar contribuyendo a la degradación de la calidad de la tierra, el aire y el agua.

Evidentemente, estos hallazgos tienen implicaciones climáticas, ya que las plantas necesitan el nitrógeno para eliminar el dióxido de carbono de la atmósfera, y suponen una actualización necesaria, puesto que las estimaciones de la fijación estaban distorsionadas por un sesgo de muestreo: las mediciones de campo de la fijación de nitrógeno en áreas naturales se habían realizado en lugares donde los organismos fijadores de nitrógeno eran 17 veces más frecuentes que en todo el mundo. Se recuerda en esta investigación que este elemento constituye más de tres cuartas partes de la atmósfera terrestre y es esencial para diversos sistemas de vida, aunque la mayoría de los organismos no pueden utilizarlo directamente.

Sigue explicando que las bacterias fijadoras de nitrógeno convierten el gas nitrógeno, N2, en formas como amoníaco, que las plantas pueden utilizar para crecer, mantenerse sanas y reproducirse. De hecho, necesitan el nitrógeno para producir proteínas y clorofila, el pigmento verde de las hojas que permite la fotosíntesis, mediante la cual utilizan el dióxido de carbono atmosférico para producir sus alimentos. En mayor detalle, en los ecosistemas naturales, la fijación de nitrógeno mejora la fertilidad del suelo y favorece el crecimiento de las plantas, incrementando así el almacenamiento de carbono, pero, sin embargo, la nueva estimación de la fijación natural de nitrógeno, basada en un mejor conocimiento científico, sugiere que entra menos nitrógeno nuevo en los ecosistemas, que podrían tener una menor capacidad para almacenar carbono y mitigar el cambio climático.

Respecto al aumento de la fijación de nitrógeno agrícola, mediante la siembra de leguminosas como la soja y la alfalfa, que albergan bacterias fijadoras, tiene un efecto tanto positivo como negativo, en el sentido de que la fijación de nitrógeno es esencial para la producción de alimentos para una población mundial en crecimiento y en general es más sostenible desde el punto de vista ambiental que los fertilizantes nitrogenados sintéticos, pero el desperdicio de alimentos en la cadena de producción y consumo contribuye en gran medida a la contaminación por nitrógeno. En esa línea, un exceso de nitrógeno puede alterar el equilibrio general de nutrientes en el suelo y filtrarse a las aguas subterráneas, o escurrirse hacia lagos y arroyos, provocando la proliferación de algas, lo que se deriva en un perjuicio para la vida acuática. No solo eso, sino que el exceso de nitrógeno puede convertirse en óxido nitroso, potente gas de efecto invernadero, y favorecer el crecimiento de plantas invasoras que desplazan a las nativas y reducen la biodiversidad.

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