Las actividades de este curso cogen ritmo tras iniciarse con el recital de Angélica Liddell y continúan con la conferencia “La traductora en su taller”, manteniendo así su formato estable propuestas de primer nivel.
De la decena de acontecimientos programados y dados a conocer a final de enero, este mes de marzo se ha iniciado en la Facultad de Poesía José Ángel Valente con la segunda cita, correspondiente al Área de Traducción, y cuya directora Isabel Giménez Caro no ha dudado en definir como “un verdadero lujo”. Ha insistido en ello al matizar que “además, siendo la primera vez, aunque parezca increíble, que esta invitada visita la UAL, ese lujo se amplia”. Aurora Luque, traductora y poeta de reconocido prestigio en España, ha supuesto corroborar el alto nivel que caracteriza el contenido ofertado por este Proyecto Atalaya liderado por la Universidad de Almería: “Tener a alguien de su talla me parece que es una manera de continuar con las actividades de la Facultad José Ángel Valente verdaderamente interesante”.
Giménez ha recordado que “se comenzó el lunes pasado con el recital de Angélica Liddell y se sigue así con las mismas actividades que los demás cursos”, recordando que “esta, desarrollada en el campus de la Universidad de Almería y que se llama ‘La traductora en su taller’, viene a ser el mantenimiento de esa estructura estable de propuestas, en este caso en el Área de Traducción y siguiendo las presencias anteriores de Ramón Buenaventura el primer año y Antonio Rivero Taravillo el segundo”. Por tercera ocasión se dedica espacio y protagonismo a la labor de los traductores, lo que la propia Luque ha agradecido: “Me parece maravilloso, estoy muy contenta de estar aquí, además con los anteriores invitados…, y sobre todo porque siendo una institución volcada hacia la poesía, que tengan en cuenta la traducción me parece algo muy inteligente”.
Esta autora de ha mostrado la pasión con la que realiza su trabajo, ya que realmente hace lo que le gusta: “Yo traduzco solo poesía, no otros géneros, y he presentado un poco cuáles son mis pasos, mis procedimientos, cómo trabajo, cómo presento a los editores el trabajo, siempre desde el griego clásico, algo de latín y el francés, que son mis lenguas, porque traduzco a los poetas que amo”. Su experiencia va mucho más allá: “Entiendo que traducir es hacer una lectura mucho más honda, más profunda, sea la manera más completa de leer, te metes en la intimidad del texto, te zambulles en la intimidad de ese texto”. Yendo más allá, ha trasladado otro beneficio que saca habitualmente de su labor traductora: “En mi caso, que escribo poesía, es como un gimnasio del poeta, te entrenas, aprendes, cómo elogió las palabras el poeta de hace 2000 años”.
Aurora Luque ha sido rotunda en su visión global: “Es apasionante”. Por ello, ha confesado no ser conformista con el resultado final, que es “una muy doloroso y una gran responsabilidad”, sino muy meticulosa con el mantenimiento de lo pretendido por el autor original: “Tengo como principio que el resultado se pueda leer como poema, porque a los poetas del pasado les gustaría sobrevivir como poetas, no como ayuda a los filólogos, y por eso todas estas traducciones literales que no atienden al espíritu poético que las animó no me interesan, porque hay que sacrificar casi siempre, sobre todo en el mundo clásico, su técnica métrica, realmente muy distinta, pero me preocupa que sigan siendo poemas traducidos”.