Satisfacción en el cierre del Curso de Verano de la UAL dedicado a las nuevas tecnologías aplicadas a la manipulación de los genes vegetales, poniendo en valor todo lo que hay detrás del agricultor y con presencia de empresas del sector, muy interesadas en las expectativas de futuro.
Manuel Jamilena no ha dudado en realizar “un balance muy positivo” del curso que ha dirigido junto a Cecilia Martínez: “Los retos que ahora mismo hay en la mejora vegetal son enormes; tenemos que realmente hacer una alimentación más saludable para la gente, con más seguridad alimentaria, luchando por el medio ambiente, por la salud de las personas, y para ello tenemos que luchar con todas las herramientas tecnológicas de las que disponemos en la actualidad”. Sobre ello ha girado el contenido de las tres jornadas intensas de ‘Los genes que comemos: presente y futuro de la manipulación y mejora genética de frutas y hortalizas’. Por lo tanto, la Universidad de Almería ha analizado la vanguardia de la investigación mundial, puesto que “la mejora no la podemos seguir haciendo utilizando las herramientas de la genética clásica, sino que tenemos que empezar con la transgénesis, los organismos modificados genéticamente y también con la edición del genoma, y así, en un futuro esperemos no muy lejano, que podamos integrar todas esas tecnologías en los programas de mejora de genética vegetal de hortalizas”.
Este catedrático de Genética en la UAL ha situado a Almería como foco fundamental, puesto que “se está convirtiendo en uno de los centros más importantes en ámbito mundial para el desarrollo de variedades híbridas de hortalizas, así que no es extraño que todas las empresas dedicadas a la mejora genética vegetal, sus técnicos, sus mejoradores genéticos, hayan tenido interés en este curso”. El resultado será que “finalmente lo que se utilice en Almería sean hortalizas de todo tipo y que nos permita de alguna manera satisfacer las necesidades de agricultores y consumidores de manera rápida, o sea, que la mejora genética ahora mismo es muy lenta, cuando necesitamos una resistencia genética a un virus por ejemplo, que en esta provincia es muy frecuente, tardamos 8 o 10 años en desarrollar una nueva variedad para ponerla en el mercado; este tipo de herramientas te permite ir más rápido y poder abordar esa necesidades que tienen agricultura y consumidor”.
Muy satisfecho con la acogida del seminario entre estudiantes y empresas que “han querido ver las expectativas de fututo que les ofrece la mejora genética vegetal”, ha reconocido que en gran medida se ha debido al extraordinario panel de ponentes con los que ha contado: “Son de un alto nivel, internacionales, llegados de Italia o de Francia, y en el último día Pere Puigdomenech, que es uno de los grandes de la genética española, el responsable del primer genoma de melón”. Le ha correspondido a este profesor de Investigación en el Centro de Investigación en Agrigenómica de la Universidad Politécnica de Barcelona hablar sobre un futurible, hortalizas transgénicas, en cuanto a la realidad o ficción del tema: “Me han puesto este título y en torno a él he explicado el motivo de introducir la genética hoy en día en los cultivos esenciales, que son de los que nos alimentamos; la ciencia va muy deprisa, hay que intenta utilizar lo que estamos conociendo, que es muy profundo, para resolver los problemas que tenemos”.
En ese sentido ha recordado que “la población mundial está creciendo, las necesidades son las mismas o superiores, somos más exigentes, y es por donde las nuevas tecnologías van a incidir”. A Puigdomenech no se le escapa que “la población general no es consciente de que todo aquello que comemos necesita de un esfuerzo muy importante por parte de mucha gente, el de la gente que cultiva, la que lo prepara y la que transporta, pero antes de todo eso es necesario también que los agricultores tengan a su disposición las mejores semillas, que sean resistentes a enfermedades y que den lugar a productos productivos con los que se puedan ganar la vida, porque en el campo es muy complicado ganarse la vida”. Para ello y para que “desde Almería pueda salir un camión y llevar el producto a Frankfurt, París o Londres, que allí la gente pueda tener productos frescos de calidad”, todo eso necesita mucha tecnología y no se es consciente, por lo que los científicos tienen que transmitir al público que para que coma correctamente detrás hay un gran esfuerzo”.
Este prestigioso investigador ha matizado al respecto que “la mayoría de consumidores vivimos en ciudades, y en la ciudad hay una visión del campo poco realista en muchos casos, lo que hace que no se sea consciente del esfuerzo y el riesgo que toma el agricultor”. A esto se suma que “la demanda es muy centrada, cada vez más, que lo que comemos va a tener un efecto sobre nuestra salud, y nos preocupa, y es lógico que la gente se preocupe y escoja correctamente, y que exija que se utilicen menos pesticidas e insecticidas, por una parte por el medioambiente y por otro por el efecto en la salud”. De ahí la necesidad de que “esta preocupación haya que informarla, qué es lo que realmente va a tener efecto sobre nuestra salud y qué aquello que nos hacemos una idea un poco distorsionada; transmitirlo es una obligación y otra cosa es que se escuche”.
Del cerebro al corazón
También ha tocado a su fin el curso titulado ‘Del cerebro al corazón, el viaje del bienestar’, que durante tres días se ha desarrollado en la subsede de Roquetas de Mar. La mañana de este viernes ha contado en el Castillo de Santa Ana con la participación de Gonzalo Serra, cofundador así como codirector del Instituto Internacional de Alto Rendimiento Personal, que ha hablado sobre ‘Cerebro y espiritualidad’, así como con Israel Mañas, profesor de Psicología Evolutiva y de la Educación en la UAL, en su caso exponiendo ‘El cerebro mindful’. Este seminario ha tenido a Antonio Jesús Casimiro y María José Padilla como directores.