El Grupo de Investigación ‘Residuos de plaguicidas’ lidera el proyecto ‘Organic food quality control and metabolomic fingerprinting’, financiado por la Unión Europea. Con él se intenta clarificar si los alimentos ecológicos han sido tratados con productos orgánicos o plaguicidas.
El Grupo de Investigación ‘Residuos de plaguicidas’ de la Universidad de Almería, liderado por el profesor y catedrático Amadeo Rodríguez, está inmerso en el proyecto ‘Organic food quality control and metabolomic fingerprinting’, financiado por la Unión Europea dentro de la Estrategia Horizonte 2020. Amadeo Rodríguez señala que el objetivo de este proyecto es “autentificar un producto que asegure que su producción ha sido siguiendo los parámetros de la producción orgánica”.
Aunque los estudios que hay publicados hasta el momento señalan que los alimentos convencionales son tan nutritivos como los ecológicos, existe cada día un mayor mercado para los productos orgánicos, con una facturación de más de 22 mil millones de euros en el año 2013, según datos de la UE. En este tipo de cultivos se respeta el medio ambiente, ya que se utilizan abonos orgánicos y no se pueden usar pesticidas. Sin embargo, es difícil distinguir entre un producto ecológico y otro que no lo es. Por ello, la Unión Europea intenta, a través de esta investigación, pretende clarificar esta cuestión y dotarse de nuevos medios analíticos que sean homogéneos en el conjunto de Europa y evitar que proliferen los casos de fraude. El Reglamento de la Comisión en un informe reciente pone de relieve la necesidad de una mayor cooperación entre industria, el gobierno, las agencias de aplicación, grupos y organizaciones de consumidores.
El profesor Amadeo Rodríguez asegura que el primer control que se debe realizar para autentificar los productos ecológicos de los convencionales es analizar si han sido tratados con productos ecológicos o convencionales (químicos), ya que es fundamental que así sea para su correcto etiquetado. Además, añade “nuestros análisis químicos son para reforzar el control y evitar fraudes, aunque aún no hemos alcanzado el nivel que esperamos”.
El proyecto va un paso más allá y “hace una visión de futuro, hacia una producción orgánica de cero pesticidas, o muy pocos, debido a que a veces puede haber contaminación cruzada, que puede ocurrir por ejemplo en el envasado´”. Con este fin, analizan el tipo de abono usado en la producción “si el nitrógeno y fósforo que se les ha aplicado tienen un origen orgánico o no, y esto es complicado”. Aunque existen varias formas de determinarlo, como la relación isotrópica, “esta no es 100 por 100 segura”, y por eso desde el Grupo de Investigación de la UAL trabajan en ver el perfil de masa de los productos para determinar “hasta qué punto ese mapa de moléculas de los productos es igual o diferente cuando se producen de una manera orgánica o de una manera convencional”.
Para hallar estos resultados cuentan con uno de los laboratorios mejor equipados de Europa en el que “con poco material podemos saber mucho de sus componentes, y, por tanto, de su origen, y si es sano o no”. Disponen de material y software de última generación que les permiten que el volumen de datos que generan en sus investigaciones “queden almacenados y se puedan buscar rápidamente. Para ello, “colaboramos con las empresas que producen este tipo de software. Y esto nos ayuda bastante en nuestro proyectos”.
El profesor informa que “desde el punto de vista de seguridad alimentaria no se piensa que la producción orgánica tenga unos beneficios sobre la convencional, ya que esto no está científicamente demostrado”. Y que “la tendencia a la producción orgánica tiene un origen relacionado con el respeto al medio ambiente, porque es cierto que el uso de químicos puede afectar al suelo”.