Un equipo de investigadores en distintas áreas de biología vegetal e ingeniería agroforestal liderado por Lorenzo Carretero Paulet de la UAL, planean estudiar su genoma con el objeto de desentrañar el “gran potencial” de este cultivo “tradicionalmente infrautilizado y denostado en el pasado”
El algarrobo es “un cultivo anual alternativo y/o complementario idóneo para zonas especialmente afectadas por la desertificación y el estrés hídrico, como Almería”. De hecho, ha sido cultivado “en regiones áridas y semiáridas de España, Portugal y otros países de la cuenca mediterránea desde la época de los fenicios, siendo un árbol íntimamente arraigado a la historia y cultura de muchas zonas rurales” de nuestro país. Sin embargo, “quizá porque se asocia a épocas de escasez, hambre y miseria”, lo cierto es que ha sido “tradicionalmente denostado, infrautilizado y escasamente estudiado”. Eso podría cambiar gracias a un proyecto titulado ‘El modelo agrícola de Almería ante el cambio global. Propuestas desde la genómica de la agrobiodiversidad (OrphanEvolGen)’.
Este proyecto acaba de arrancar de la mano de un equipo de investigadores liderado por Lorenzo Carretero Paulet, profesor de Genómica en la UAL, con la convicción de que “el cultivo del algarrobo, o garrofero, podría ayudar a mitigar el impacto del cambio climático y global sobre la sostenibilidad ambiental, económica y social del actual modelo agrícola de la provincia, basado en la horticultura intensiva bajo invernadero”. El equipo se reparte entre cuatro grupos de investigación, que son ‘Genómica Evolutiva de Plantas’-BIO359, de la Universidad de Almería (UAL), con el propio Carretero junto a José Javier Regalado y Juan Pablo Marczuk, ‘Morfología y biología evolutiva de plantas’, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con Mark E. Olson, ‘Evaluación y Restauración de Sistemas Agrícolas y Forestales’, de la Universidad de Córdoba (UCO), con Rafael Navarro y Guillermo Palacios, y ‘Biología de la conservación’, entre la Universidad de Granada (UGR) y la UAL, con Juan Francisco Mota, Esteban Salmerón y Antonio Jesús Mendoza. Cabe destacar que Navarro y Palacios de la UCO son a su vez responsables del llamado Grupo Operativo Querat (www.querat.es), una iniciativa que pretende situar al cultivo del algarrobo como un nuevo impulsor de cambio en el sector agrario andaluz, aprovechando su potencial de cultivo. Entre otras actividades, Querat ha creado un banco de germoplasma de algarrobo que alberga más de 100 variedades, la mayoría correspondientes a poblaciones naturales de Andalucía.
Así, para “poner en valor el cultivo y uso de esta especie, este equipo de investigadores ha conseguido financiación en la última convocatoria del Programa de Proyectos de Generación del Conocimiento del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. El objetivo principal es el de la obtención de un genoma de referencia de esta especie, así como el de variedades y especies silvestres cercanas, con el propósito de “obtener herramientas moleculares que nos permitan, por un lado, identificar las variedades idóneas para su reintroducción en regiones áridas y semiáridas del Mediterráneo, especialmente en Almería y, por otro lado, desentrañar las bases genómicas de las propiedades agronómicas que hacen a este cultivo tan interesante”. Esto, en última instancia, “es fundamental para el desarrollo de variedades de élite mejor adaptadas a las condiciones ambientales locales y cambiantes”.
El equipo ha recordado que “debido a sus interesantes propiedades nutritivas, se ha usado tradicionalmente como alimento para el ganado, así como cultivo de subsistencia para los humanos en períodos de carestía como la Guerra Civil Española y la postguerra. Sin embargo, el fruto del algarrobo, además de comerse directamente, puede procesarse en forma de una amplia variedad de bebidas y alimentos: “La pulpa se deshidrata, muele y tuesta y se comercializa como harina para elaborar distintos productos de panadería, repostería o como sustituto del cacao, el llamado ‘chocolate de los pobres’”. El jarabe o melaza, “muy aromático”, se utiliza para la elaboración de postres, licores o como endulzante. A los usos de la pulpa se añaden los de la semilla, o garrofín, “cuyo endospermo mucilaginoso es usado como estabilizante o como espesante en la industria alimentaria (aditivo E410), farmacéutica o cosmética”. Además, la goma es rica en polisacáridos de tipo galactomanano, “los cuales retrasan la absorción de los nutrientes y tienen un efecto saciante y laxante”. Respecto a las propiedades farmacológicas y nutraceúticas de los metabolitos secundarios producidos por el fruto del algarrobo, “han sido objeto de estudio durante las últimas décadas, y entre ellos destacan distintos compuestos polifenólicos con propiedades antioxidantes o el D-Pinitol, un compuesto de la familia de los inositoles ciclitoles del que el algarrobo es la principal fuente natural y al que se le atribuye una potente actividad como antidiabético y regulador de los niveles de insulina naturales”.
Asimismo, el algarrobo destaca por su extremada rusticidad, sus raíces robustas y profundas, así como su adaptabilidad y resistencia a diferentes condiciones y estreses ambientales. “Por todo ello”, concluyen los investigadores, “su cultivo se está ensayando para la restauración ecológica, la reforestación de tierras degradadas y desertificadas o como cultivo alternativo sostenible, con un alto valor añadido y caracterizado por sus múltiples usos, su bajo coste en insumos y su reducido impacto ecológico, especialmente en áreas del litoral mediterráneo sometidas a la erosión y la sequía”. Su amplio arraigo en nuestro país aparece incluso reflejado en la literatura, tal y como recuerda Carretero, y autores como Juan Ramón Jiménez en ‘Platero y yo’, José Martínez Ruiz ‘Azorín’ en ‘El paisaje de España visto por los españoles’, o el propio Miguel de Cervantes en ‘El Quijote’” han abundado en el “carácter rústico, generoso y humilde” de esta especie.