Ana Sánchez Kuhn y Pilar Flores, junto a profesionales del Hospital Universitario Torrecárdenas, publican un estudio en la revista ‘Cognitive, Affective and Behavioral Neuroscience’ mediante el que demuestran que estos pacientes tienen más síntomas depresivos y reducción de la conectividad cerebral entre áreas clave para motivarse y planificar acciones
Se lanza una pregunta de entrada: ‘¿Por qué algunas personas, tras un ictus, parecen perder la capacidad de disfrutar?’. A partir de ahí se ha realizado una investigación que puede ser determinante para una más completa recuperación del paciente. De hecho, comprender las alteraciones descritas por Ana Sánchez Kuhn y Pilar Flores, en colaboración con profesionales del Hospital Universitario Torrecárdenas, puede abrir nuevas vías para la rehabilitación. Así, “evaluar y tratar la sensibilidad al refuerzo desde las primeras fases del ictus, mediante intervenciones psicológicas específicas o técnicas de estimulación cerebral, por ejemplo, podría ser clave no solo para recuperar funciones cognitivas, sino también para que las personas vuelvan a conectar con aquello que les hace disfrutar en su día a día”.
Este estudio ha sido recientemente publicado en la revista ‘Cognitive, Affective and Behavioral Neuroscience’ y se puede consultar íntegro en https://link.springer.com/article/10.3758/s13415-025-01318-9. El trabajo se centra específicamente en el análisis de los pacientes con ictus que afectaron al circuito frontoestriatal, región clave para la toma de decisiones y la evaluación de recompensas. En concreto, se evaluó la sensibilidad al refuerzo de estos pacientes mediante una tarea de aprendizaje por ‘ensayo y error’, y se analizó su conectividad cerebral en reposo con espectroscopia funcional del infrarrojo cercano (fNIRS). Los resultados fueron muy claros: “Comparados con personas sanas, los pacientes mostraron una menor respuesta ante los premios, más síntomas depresivos y una conectividad cerebral reducida entre áreas clave para motivarse y planificar acciones”.
Ambas investigadoras, integrantes del Grupo de Investigación CTS-280 ‘Neurociencia Clínica y Experimental’ de la Universidad de Almería, han contextualizado este trabajo en que el ictus es la primera causa de discapacidad en el mundo y la segunda causa de muerte, además de que su incidencia ha aumentado un 50 % en las últimas dos décadas, y se estima que una de cada cuatro personas lo sufrirá a lo largo de su vida. Aunque sus consecuencias más visibles son las motoras o del lenguaje, cada vez se reconoce más la enorme repercusión emocional y cognitiva que deja en quienes sobreviven. Así, muchas de estas alteraciones, como la pérdida de motivación, la tristeza persistente o la dificultad para tomar decisiones, dificultan la rehabilitación y reducen drásticamente la calidad de vida.
Han realizado una descripción gráfica de esta situación: “Imagina que, tras recibir una buena noticia, alguien no sonríe, no se alegra, ni siente motivación para celebrarlo, o que actividades que antes le motivaban, ya no le resultan de interés; eso es lo que conocemos como insensibilidad al refuerzo, o una menor respuesta ante estímulos gratificantes”. Está estrechamente relacionada con la anhedonia, “síntoma frecuente en la depresión que consiste en la incapacidad de experimentar placer”. Este marco general deja claro que “estudiar este fenómeno resulta clave tras un ictus”, añadiendo que en su investigación se observó que “cuanto más alta era la depresión y más alterada la conexión entre el córtex dorsolateral prefrontal derecho y la zona premotora, menor era la sensibilidad al refuerzo”. Según su análisis, “esto sugiere que el daño cerebral no solo afecta a estructuras localizadas, sino que interrumpe redes completas que sostienen nuestro comportamiento, motivación y bienestar”.