Así lo sostiene Rodolfo Caparrós, para quien el elenco de expertos que se ha reunido en este seminario netamente on-line es “de un nivel estratosférico”, como se desprende desde la propia ponencia inaugural con Juan Miguel Hernández.
Uno de los Cursos de Verano de la UAL de mayor aceptación está cumpliendo desde el primer momento con las expectativas del más alto nivel que había generado. De hecho, el interés por participar en el mismo ha sido muy elevado desde el mismo momento en el que se dio a conocer la composición de su programa, y si bien es cierto que la mayor parte de propuestas de esta vigésimo segunda edición han logrado llenar el cien por cien de las plazas, en este caso concreto lo ha conseguido siendo el segundo curso que más había ofertado. Por encima del medio centenar, y con la dirección de Amós García y Carlos de Paz, será el miércoles cuando finalice, habiendo dejado atrás una rica aportación entre puesta en común y debate, bajo el título ‘Paisaje y fotografía. Diálogo abierto en torno al paisaje en la era de la ‘postfotografía’’. Su desarrollo es netamente on-line.
De entrada, el primer ponente ha sido todo un referente, Juan Miguel Hernández, arquitecto y catedrático, presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Su conferencia se ha planificado como idónea para dar inicio a la búsqueda de objetivos que se plantea el curso, tal y como deja entrever el propio título: ‘Ser paisaje. Reflexiones acerca del concepto actual de paisaje’. De una notable profundidad en su exposición, Hernández León se ha basado en que ‘la relación entre paisaje y fotografía resulta un ámbito que permite la reflexión sobre una práctica y una vivencia que, de alguna manera, poseen una sinergia interna, una dialéctica en sus específicas naturalezas”. Es por ello que ha partido en su intervención “de lo que entre ellas se niegan, en la diferencia entre ver y sentir, en lo que deriva en el constituir un objeto ideal, aquel que para Husserl se situaba bajo la mirada; una extracción de la totalidad de lo percibido que permite el dominio de lo que nos domina, en la definición de un intervalo”.
Una vez abierto el seminario desde esta perspectiva, la misma ha tenido continuidad en la sesión vespertina de manos del paisajista almeriense Rodolfo Caparrós, cuya participación ha de tomarse como “un díptico”, en relación a que tiene doble ponencia, la primera general y la segunda centrada en Almería: “Las dos tienen sentido en su diálogo, aunque también se pueden entender por separado”. En principio, ha abordado de un modo conceptual “el paisaje como representación cultural, intentando que sea entendible que el paisaje no son las cosas que vemos, sino que es una cierta manera de mirarlas lo que crea el paisaje, y que dentro de esa construcción cultural que es la forma de mirar, y que tiene que ver con nuestro depósito de referencias gráficas, culturales, pictóricas y hasta poéticas, dentro de ese repertorio, la fotografía interviene no solo como notaria, sino como un instrumento que te condiciona la forma de mirar y, en consecuencia, la forma de contar lo que ves”.
Caparrós ha pedido “que nos olvidemos del concepto anglosajón y centroeuropeo del paisaje, que trata mucho de las vistas, de lo que se ve, de las cosas… y que practiquemos un poco el paisaje mediterráneo, que tiene mucho más que ver con las complicidades del significado de las cosas que vemos, la codificación de las cosas para convertirlas en unidad significante, esa es la magia de la acción paisajística mediterránea”. El ponente define el paisaje “como la pasión de la mirada”, puesto que “aquí lo construimos mediante las fiestas, mediante la reunión, de una manera social, solidaria y lúdica, mientras que el estándar centroeuropeo y anglosajón es el de un individuo solitario, dos conceptos totalmente distintos”, textualmente. Por tanto, es necesario “entender el paisaje desde nuestras propias claves culturales, y no con claves culturales de importación, como solemos hacer por un cierto complejo intelectual que tenemos en el mundo mediterráneo”.
A su juicio, tenemos un problema serio en el mundo mediterráneo, y es que nos han robado el concepto del paisaje y utilizamos, por influencia académica o por pereza intelectual, un concepto cultural que no es el nuestro, al que tenemos totalmente abandonado; si defendiéramos nuestra identidad desde la concepción mediterránea del paisaje, no tendríamos que estar judicializando todos los abusos que se producen en la destrucción del territorio en el que estamos; sin embargo, hemos perdido el sentido de sociedad que defiende su identidad.
Por ello, la recomendación es clara: “Ojalá se pensara en el paisaje no como especie de deleite estético, sino como llamada moral a recrear comunidad; la pérdida de vigor de la comunidad mediterránea es lo que nos tiene orillados a un lado de la historia y tengo para mí que la reivindicación del paisaje contiene una promesa de reforzamiento de las sociedades mediterráneas, en una clave cultural y sensible, que es la que nos corresponde, porque es donde tenemos mejores bazas competitivas”. Entre medias de los dos ponentes referidos, Juan Miguel Hernández y Rodolfo Caparrós, han intervenido Xavier Ribas y Manu Méndez, este último en representación también del excelente nivel de los autores locales.
En cuanto al primero, Ribas es profesor de Fotografía de la Universidad de Brighton y ha pronunciado una conferencia con título ‘Paisaje, memoria e identidad en la fotografía documental’. A lo largo de la misma ha ofrecido un recorrido por este matiz mucho más concreto del documentalismo a través de trabajos propios, con referencias también a otros autores e investigadores. De lo que ha planteado se han ido desgranando varias expresiones de gran fuerza, en todo momento intentando transmitir lo que hay detrás de la pura imagen. Así, ha sostenido que “el paisaje es un archivo”, y que “es misión del fotógrafo o el investigador saber leer o descifrar esas capas o temporalidades en el paisaje”. Y es que “la imagen no es plana, sino que oculta historias” que no se hacen visibles en ella. En referencia a trabajos de excavaciones, por ejemplo, “recogen la memoria que no lo es todavía, la idea de que está enterrada, que no ha sido recuperada, es una memoria del pasado que solo puede existir en el futuro”. Algo importante es que “el trabajo de documentación de un paisaje no se concluye en una pared o un libro, sino que ese trabajo debe visualizar el proceso de trabajo, ya que lo mismo que el paisaje no es una entidad estable, fija o quieta, sino que es una entidad en completa transformación, en movimiento, igual pasa con el carácter procesal, no tanto cómo se muestra, sino el proceso histórico”.