El seminario realizado en Rodalquilar pone su punto y final abordando el futuro del coleccionismo de este tipo de obras tras auspiciar un clarificador ‘diálogo autor-editor’, protagonizado por el reputado fotoperiodista de conflictos bélicos y por Leopoldo Blume, director de la prestigiosa editorial especializada que ha publicado la mayor parte de su trabajo.
El ojo crítico de Gervasio Sánchez hacia la actitud de la profesión periodística y su posicionamiento al lado de las víctimas de la guerra que fotografía han centrado la jornada de despedida de uno de los Cursos de Verano de la UAL que más interés han despertado. De exitoso en todos los parámetros que son susceptibles de medición, pero también en satisfacción de los participantes, se puede considerar esta propuesta realizada en Rodalquilar bajo el título Tacto, mirada y lectura: la edición del Libro de Arte en la era virtual. Con un último encuentro dedicado a la perspectiva del coleccionismo y su análisis de futuro, en su caso realizada por el coleccionista Marcos López y por Laura Gutiérrez, directora de la Escuela de Arte de Oviedo, se ha dado el adiós a una iniciativa dirigida por Miguel Gallego y Rafael Doctor, ambos además ponentes, ello tras realizar un giro y depositar la mirada en la crudeza de la guerra.
Se ha hecho a través del objetivo de uno de los fotoperiodistas más importantes del mundo, especializado en conflictos armados, el cordobés Gervasio Sánchez, que ha explicado que “realmente podría, a priori, hacer creer que una guerra no tiene nada que ver con el arte; de hecho, la guerra es el mayor fracaso que puede sufrir una sociedad y cuando estalla las consecuencias son brutales y de largo plazo, pero también es verdad que en la guerra ocurren hechos y situaciones que tienen mucho que ver con la dignidad humana y con situaciones de vida, de supervivencia, que permiten valorar al ser humano en pleno desastre con un poquito más de esperanza”. De hecho, ese es su modo de ‘enfocar’, y nunca mejor dicho, su trabajo, con un posicionamiento propio muy definido y un toque de atención a otras actitudes: “Creo que para hacer fotografías, lo primero que hago es no mirarme el ombligo, como muchas veces parece que es el pan nuestro de cada día de muchos fotógrafos, que se creen que son ellos lo más importante, que son ellos, su experiencia, lo más importante”.
Ha abundado sobre ello al sostener que, textualmente, que “estoy en los sitios para documentar historias de personas que casi siempre sufren las consecuencias de guerras que ni siquiera saben por qué ocurren, no saben ni las causas, pero sí que sufren las consecuencias, y trato a la gente con el respeto que se merece”. Tan es así que él mismo reconoce tener “una forma de trabajar muy claramente identificable”, basada precisamente en lo anterior: “Trato a la gente como me gustaría que me trataran a mí si yo estuviera en su lugar”. Lo ha dicho en presencia de su editor, Leonardo Blume, creador y alma mater de la prestigiosa editorial de especialización en libros de arte, fotografía y fotoperiodismo Art Blume. Es quien ha publicado la mayor parte de los trabajos de un Gervasio Sánchez que ha desvelado su sistema: “Me acerco a las personas con respeto y las fotografío cuando sí me permiten fotografiarlas, y les doy el trato que se merecen, porque para mí los poderosos son unos inútiles que en general tienen muy pocas veces en sus manos la posibilidad de arriesgarse para solucionar el problema”.
Esa última es una situación diferente a las víctimas, a las que ha definido como “la única verdad incuestionable de las guerras y la única verdad incuestionable de cualquier proceso brutal que ocurre en la sociedad, y yo siempre estoy aliado con las víctimas”, ha añadido con un sesgo crítico muy directo: “Me sorprende muchas veces la gente que maltrata a las víctimas y rinde pleitesía a los poderosos; esto, en mi profesión de periodista, ocurre muy a menudo; los medios de comunicación españoles en los últimos años, estamos hablando de décadas, se han bajado los pantalones ante el poder político, el poder económico, y, en cambio, maltratan a las víctimas”. Ha aprovechado su presencia en los Cursos de Verano de la Universidad de Almería para expresar su convicción vital y profesional: “Quiero darle la vuelta a esta situación y tratar a las víctimas siempre con el respeto que se merecen”. Como ejemplo de llevarlo a la práctica ha desvelado que “cuando he trabajado en una zona de conflicto, siempre he regresado y siempre me he vuelto a encontrar a las personas que he fotografiado, con lo cual sé si estas personas han mejorado o han empeorado sus vidas”, dicho de modo literal por el autor.
Ello va en la línea de su argumentación anterior: “Una guerra es lo peor, y el hecho de que se deje de matar mejora siempre; un mutilado que sobrevive es lo peor, pero si mejora su vida y llega a la universidad o estudia, trabaja, tiene hijos…, es lo mejor; yo siempre he intentado tratar a la gente de esta manera, acercarme a la historia y no olvidarme de la persona a la fotografío, y por eso regreso a los sitios y hago historias que pueden sorprender”. La vivencia y toma de conciencia como vía de su creación: “Lo tengo claramente en mi retina desde que empecé en este oficio”. Y es que “en la guerra también se hacen imágenes, o se pueden adquirir imágenes, o se pueden encontrar imágenes de una gran fortaleza visual y una gran fortaleza artística”. Ha citado una que hizo en pleno cerco de Sarajevo, “una fotografía de la biblioteca, atravesada por un haz de luz, bajo las bombas”. Actualmente esa instantánea “está en los museos, o incluso hasta hace poco una persona que no conocía de nada me llamó porque quería regalarla como regalo de novios a su pareja, porque querían tenerla en su comedor para siempre”.
Con ello ha introducido una reflexión que va más allá, porque “estas cosas ocurren y esa fotografía, evidentemente, no la hice en ningún momento artístico, pero finalmente su fuerza hace que esa fotografía pueda tener un recorrido distinto al que tendría otras imágenes”. Recientemente he regresado de nuevo a Sarajevo para recuperar las historias de niños y adolescentes que fotografió durante el cerco de la ciudad hace 30 años: “Aparecen niños de 5 a 14 años, con 33 y 43 años ahora mostrando con total claridad en un documental que se llama ‘Álbum de Posguerra’ que esa guerra les marcó para siempre”. De ello se ha valido para insistir y finalizar con que “yo quiero estar siempre al lado de estas personas”, ha subrayado, cerrando con la puesta sobre la mesa de su mensaje crítico al manifestar textualmente que “por eso me incendian interiormente, me parecen inmorales y me parecen amorales estos periodistas barriobajeros, estos directivos barriobajeros, que siempre están al lado del poder, guardando pleitesía al poder”.