El seminario estival ‘La edición independiente hoy’ hace honor a su sobrenombre de ‘Cartografías para el país de ‘los demasiados libros’’ y entra en su recta final en Rodalquilar tras una segunda jornada en la que se habla de ecología y mercado global, ensayo, crítica y autogestión, quedando por delante un repaso a la naturaleza como temática literaria.
Uno de los ponentes del día, Servando Rocha, director de la editorial La Felguera, ha utilizado una palabra clave, “mezcolanza”, que por si sola define la amplitud alcanzada por el Curso de Verano de la Universidad de Almería con título ‘La edición independiente hoy: cartografías para el país de ‘los demasiados libros’’. Su intervención ha llegado tras la de Marcos de Miguel, director de Plaza y Valdés, que ha abordado ‘Ecología y mercado global’ como epígrafes de esa tipología de edición, y en su caso ha explicado el concepto que subyace en su proyecto evolutivo. Surgido en 1996 como “colectivo de agitación”, poco a poco el devenir lo transformó en una editorial que ha definido como “bastante singular dentro del panorama nacional”. Ha dado la pincelada de que “hay distintos modos de entender la edición, más en la época actual de incertidumbre económica, con crisis de papel que nos afecta mucho… depende de la estructura que tiene cada editorial para afrontar eso y de su estrategia”.
Sobre La Felguera ha detallado que “es muy pequeña y que no se parece a ninguna, porque nuestro discurso está basado en que somos una sociedad secreta, jugamos con ese concepto más guerrillero, más horizontal, para entender la relación del editor con el público y con los autores”, textualmente. Su apuesta es “libros de edición, que no existen antes y que creamos a partir de distintos materiales, por ejemplo, cuatro tomos sobre los bajos fondos en España, entre 2.000 y 2.500 páginas de investigación nuestra durante años”. Servando Rocha ha reconocido que “son los que más nos gusta hacer, y hemos publicado a William S. Burroughs y más gente muy importante, pero los que más nos fascinan son esos libros de edición, porque son de investigación y que de alguna manera cumplen con la función que tenemos en la editorial, que a día de hoy, aparte de hacer lo que nos apetece, es un poco responder a la pregunta de lo que hemos sido, porque si la respondes, también puedes responder a la otra de qué somos hoy”.
Por lo tanto, sacan “libros muy heterodoxos, que tienen que ver con el arte más subterráneo el ocultismo, crimen…, pero entiendo lo de ‘revolución’ del título de mi charla a que nosotros basamos todo, en la absoluta autogestión, llevando una filosofía lo más horizontal y autogestionada posible, y es un poco nuestra historia”, ha puntualizado. Rocha ha desempolvado lo que se llamó en su momento “colectivo de trabajadores culturales, que luego se disuelve con todo tipo de fanfarrias y nos constituimos en sociedad secreta, y al fin y al cabo la filosofía es el carácter contagioso que tiene la cultura, en este caso los libros, y más desde los últimos años, en los que se está hablando del papel, de la desaparición de lo tangible…; nosotros solamente sacamos libros en papel, no en digital, nuestras ediciones son muy cuidadas, son libros con costes de producción muy altos, ya que pensamos que esa es la manera de hacer las cosas, no devaluar las cosas que hacemos, sino dignificar el libro”.
Disponen de un medio digital propio, “que es donde entra la mayor parte de nuestros lectores, que tiene entre mil y dos mil visitas diarias y que se llama ‘Agente Provocador’, un medio en el que la finalidad es compartir el universo que nos gusta a través de los libros, abierto, libre, sin publicidad”. Su estilo se refleja en la propia web, que “te invita desde que entras a compartir un secreto, como si estuvieras viendo algo clandestino”. A su juicio, “la palabra independiente está un poco sobrevalorada, porque todos más o menos somos independientes”. Grandes y chicas, ha dejado muy claro su orgullo de que “el universo editorial en España llama muchísimo la atención fuera, el boom editorial que hay, algo curioso con las nubes negras que se plantean a nivel económico y con la historia de que el libro de papel ocupa mucho o que no hay tiempo para leer; en un mismo escenario jugamos mucha gente con estructuras muy distintas, desde editoriales enormes a editoriales muy pequeñas de aventura más suicida, y todas compartiendo un mismo terreno, y me gusta esa mezcolanza”, ha finalizado.
Se ha visto seguido en el turno por Carlos Copertone, fundador y miembro de la editorial Caniche, con ‘El ensayo en el siglo XXI: texto e imagen’. Igualmente ha dado una visión de su proyecto: “Nació en 2015 con un ‘asalto’ en una carbonería madrileña, la última tradicional que queda en el centro de Madrid, donde montamos obra del artista Raúl Domínguez”. En aquel momento les impulsaba la idea de “sacar del cubo blanco de las galerías unas piezas maravillosas del artista que dialogaban de manera muy intensa con los interiores de la carbonería”, y además encargaron un texto para acompañar la exposición, que se convirtió en un libreto, “y así nos dimos cuenta de que nos apetecía explorar la cualidad del libro como arquitectura que genera un espacio productivo y contribuir, aunque fuese en pequeña medida, a visibilizar el trabajo de artistas y arquitectos”, ha explicado. Por lo tanto, comenzaron a “hacer libros desde cero, porque ninguno de nosotros se dedicaba a la edición, concibiéndolos en la mayoría de las ocasiones como una obra total, como un soporte de exhibición y también de pensamiento”.
Copertone ha puesto de manifiesto que Caniche “es una plataforma de producción, centrada fundamentalmente en lo editorial y formatos alternativos de exhibición de prácticas artísticas contemporáneas, donde tienen cabida la escritura, las artes plásticas y la arquitectura en su sentido más amplio”. Eso lo afrontan con la máxima de tratar de adaptarse a los condicionantes y propósitos de cada autor, “a la singularidad de cada artista y de cada propuesta”. La filosofía Caniche es “acompañar, empujar, estimular y financiar en lo posible, aunque estamos lejos de poder ser mecenas, al artista para que desarrolle un proceso de creación único”, ha dicho textualmente. Enumerando sus colecciones, el fundador ha sido sincero: “No hemos tenido conciencia de ser editores por el hecho de publicar libros, igual que no tampoco nos creemos comisarios por el hecho de hacer exposiciones u otros proyectos; se trata de roles que, por lo general, nos incomodan y que creemos que generan cierta asimetría al relacionarte con artistas, con arquitectos o con otros agentes que intervienen en el tejido cultural”. Eso sí, “el experimento que es Caniche ha sobrevivido ya siete años, con una estructura mínima y economía de guerra”, y ha ido “aprendiendo del negocio de la edición y de los diferentes agentes en lo que se llama la cadena del libro”. Carlos Copertone ha recordado que “al principio lo quisimos hacer todo nosotros mismo, conocer el sector del autor al lector, pero por fortuna hemos sabido reconocer que es imposible abarcar trabajos que requieren de una altísima profesionalización, como la distribución”, de un modo literal. Según ha valorado, “probablemente situarse en terrenos híbridos y desprejuiciados ha sido la mayor fortaleza del proyecto y lo que ha podido atraer a artistas o pensadores a querer hacer algo en Caniche”. Han sido “absolutamente receptivos” y lo que produce “no responde a lógicas prediseñadas, sino que aparecen después de una reflexión sobre qué hacer y por qué”. No obstante, pese a la diversidad y a que cada nuevo proyecto es un universo en sí mismo, “poco a poco se ha ido consiguiendo una identidad, unas líneas comunes reconocibles”. No existe “una hoja de ruta premeditada” y en esta editorial no hacen que la elección de temas o autores “se convierta en un ejercicio de poder o de control”, sino “transitar caminos de doble dirección”.