La jornada matinal del seminario de verano de la Universidad de Almería con sede en El Ejido divide su tiempo en una llamada de atención a la “necesidad de conservar, pero también de reconectar a la población con la naturaleza para su mayor concienciación” y en animar a la gente a que participe en proyectos de ciencia ciudadana y que así se empodere.
Ilustrativo segundo día del Curso de Verano de la UAL ‘Biodiversidad Urbana y Ciencia Ciudadana’, con un abordaje directo a ambas parcelas para poner sobre la mesa soluciones y motivación. Ignacio Fernández, técnico BIO BirdLife, ha manifestado la obligación de abogar “por la naturalización urbana, por la incorporación de la conservación de la biodiversidad en el diseño y planificación de las ciudades”, algo que, según ha sostenido, “debe hacerse con la participación cada vez mayor de los profesionales de la conservación de la naturaleza, y no solo objeto de arquitectos e ingenieros”. Ha hecho honor al título de su ponencia durante su intervención, puesto que ha ofrecido realmente ‘100 medidas para aumentar la biodiversidad urbana’, pero a la vez ha querido sembrar, nunca mejor dicho: “Una de las cuestiones clave es convencer a la gente de las motivaciones que hay detrás, y por eso he insistido en por qué es necesario naturalizar nuestras ciudades, que cada vez sean más verdes”.
Abundando sobre ello, “hay dos bloques, uno es por nosotros mismos, por los que vivimos en ellas, porque nos aporta servicios ambientales, se mejora la calidad de vida de las ciudades si las naturalizamos, reduce nuestro estrés, vivimos en entornos más saludables y nos aporta un montón de beneficios”, he explicado textualmente, “y luego también por la biodiversidad en si, porque estamos viviendo una crisis global que no solo es climática, sino que también es de extinción de especies, lo que los científicos ya están llamando la sexta extinción, y ya no es suficiente conservar en los parques nacionales como islas de naturaleza; la crisis es tan grave que tenemos que hacer un cambio de paradigma, seguir conservando esos espacios, y conservar la biodiversidad en todo el territorio, incluidas las zonas urbanas”, ha añadido. De hecho, el problema es más grave aun desde otro punto de vista que ha querido subrayar: “Dentro de esa crisis también hay una crisis de desconexión de la gente con la naturaleza, y realmente ahora somos una población urbanita, vivimos entre asfalto y hormigón, alejados, y es necesario reconectar a esa población urbana con la naturaleza para que se muestre sensible y vea la necesidad de conservar”.
Contundente en la expresión, Ignacio Fernández ha sentenciado que “ya no solo se extinguen las especies, sino nuestras vivencias en la naturaleza”, con la explicación aledaña de que “si esas vivencias no existen, no vamos a establecer una relación emotiva de conexión que nos llame a valorar la necesidad de la conservación y establecer las transformaciones necesarias para ello”. No le cabe la menor duda de que “es necesario conservar en todas partes y reconectar a toda la gente que vive mayoritariamente en las ciudades con esa naturaleza, para que se involucre y exija a nuestros gobernantes su conservación”. Los mecanismos para lograr esos retos son muchos, “lo más sencillo es que nuestras zonas verdes empiecen a gestionarse teniendo en cuenta la biodiversidad, incrementando el uso de las especies autóctonas, que son las que están adaptadas al clima y las condiciones locales, lo que es una forma sostenible de gestionar esas zonas verdes”.
Además de esto ha sugerido otras actuaciones como cajas nido, comederos, charcas naturalizadas, reducir la frecuencia de siegas, praderas floridas…, “las zonas verdes son un ámbito para trabajar, pero también hay otros, digamos por ejemplo las partes más artificiales, como es la construcción”. Un paseo por El Ejido, sede del curso, le ha valido para ilustrar su exposición, al descubrir en la localidad dos especies de vencejos, el común y el pálido: “He visto cómo se meten en algunos huecos para hacer su nido, y realmente la normativa urbanística de construcción debe condicionar cualquier obra de rehabilitación a esta fauna urbana, que también nos aporta muchos servicios, se come miles y miles de insectos cada primavera y verano, por ejemplo, para que puedan seguir encontrando un hueco en el que nidificar, y no solo edificios viejos, sino también los de nueva construcción, que se deben naturalizar más y deben incorporar en su diseño elementos que permitan a estas especies de fauna urbana tener su sitio”. Ha sido un buen aliado el vencejo, puesto que, según ha desvelado, “la hemos declarado como ave del año porque está en declive y se ha producido un descenso de casi un tercio de su población en España, consecuencia de que cada vez encuentran menos huecos para nidificar en los edificios, bien por remodelación o porque los nuevos son totalmente impermeables”.
En cuanto a la segunda ponencia, una persona de gran prestigio en la materia como es Teresa Cruz, directora de la Fundación Descubre, ha dado las claves para que se pueda tomar conciencia de en qué consiste la ciencia ciudadana: “No es divulgación de ciencia, sino una metodología para responder a preguntas de ciencia con la singularidad de que respondes con la gente, así que la participación es la clave”. Así, ante un alumnado que le ha parecido muy propicio para lograr “un impacto muy relevante”, dada su procedencia mayoritaria desde la administración, ha confesado que le gustaría que se quedasen con pocas ideas, pero que estas sean extremadamente claras de qué es la ciencia ciudadana”. Para ello ha relatado paso a paso esta metodología de investigación “que se basa fundamentalmente en que la gente participa a lo largo de todo el proceso de investigación”, añadiendo otra concepto determinante como “la importancia de actuar siempre a tres niveles: en un proyecto de ciencia ciudadana hay que conseguir unos objetivos científicos, otros objetivos personales, es decir, que las personas que participen se vayan más fuertes, que se empoderen en ciencia, y además que tenga un beneficio para la sociedad, económico, social, ambiental”.
Ha insistido en la condición básica de que trabajan “juntos científicos y ciudadanos”, así como que “es de mucho valor coincidir con profesionales de diferentes formaciones, con diferentes experiencias, combinar el conocimiento científico con el conocimiento del territorio, que es lo que hace que surjan preguntas nuevas mucho más relevantes para la sociedad, y además que se respondan con la fuerza de la información que tiene quien vive y respira el problema que quiere analizar”. Ha reconocido que “es verdad que los científicos han tenido un cierto recelo de los datos que se obtienen a partir de ciencia ciudadana, y ese es un proceso en el que se trabaja más”, además de que “desde el ámbito administrativo y político no se conoce la fuerza de capacitar a los profesionales de la administración en este tipo de metodología”. Por ello considera que “ha sido muy original que haya querido venir este tipo de alumnos” porque puede tener un impacto muy relevante. Antes de finalizar ha insistido en que “la participación es clave, y no de ayuda, sino activa, incluso en la publicación científica”, admitiendo que “hacen falta científicos valientes y fuertes y que se atrevan, y cada vez hay más”. En el ámbito ambiental es donde más se ha desarrollado: “Se lleva mucho recorrido de ventaja, otros campos del conocimiento han llegado más tarde, pero con resultados muy interesantes; incluso en las tecnología más duras y complejas, la ciencia ciudadana tiene mucho que aportar”.