La profesora del Área de Microbiología de la UAL, Francisca Suárez, habla sobre el brote del nuevo coronavirus y aconseja ser cautos a la hora de informar, y confiar en las recomendaciones de las autoridades y expertos para prevenir la enfermedad y controlarla de la forma más efectiva.
Saltan todas las alarmas cuando se unen palabras como ‘virus’, ‘contagio’ o ‘epidemia’ y aparecen de forma insistente en los medios de comunicación. Y, aunque los virus han sobrevivido, casi siempre, en equilibrio con el ser humano, en ocasiones este equilibrio se rompe y el agente viral se convierte en una amenaza para el hombre. Este es el caso del ‘nuevo coronavirus 2019-nCoV’.
El pasado lunes la Organización Mundial de la Salud emitió un informe de evaluación de riesgos en el que se declaraba el brote por el nuevo coronavirus como de “muy alto riesgo” en China, y de “alto riego” a nivel mundial. Este hecho no significa que la OMS considere aún este brote como una emergencia sanitaria de interés internacional. No obstante, ha establecido una serie de objetivos estratégicos dirigidos a limitar la transmisión de persona a persona, incluidas las infecciones secundarias entre trabajadores de la salud, previniendo los sucesos que amplifiquen la transmisión. También considera clave, entre otros aspectos, identificar, aislar y atender lo antes posible a los pacientes infectados, buscar posibles opciones de tratamiento, acelerar el desarrollo de diagnósticos, terapias y vacunas, comunicar la información crítica sobre riesgos y eventos a toda la comunidad y contrarrestar la información errónea, así como implementar medidas de salud para los viajeros.
La profesora del Área de Microbiología de la UAL, Francisca Suárez, advierte de que la alarma social y el sensacionalismo no ayudan al control de un problema sanitario de escala mundial, como es el caso del brote de Wuhan, e indica que sólo entender la enfermedad y sus síntomas, conocer sus mecanismos de transmisión, y confiar en las recomendaciones de autoridades y expertos, pueden ayudar a prevenir la enfermedad y controlarla de la forma más efectiva posible.
El término coronavirus hace referencia a un grupo de virus que presentan una serie de características comunes. Se incluyen dentro del grupo de los denominados virus ARN+, o virus de Clase IV. Su morfología es diversa, aunque todos ellos se caracterizan por la presencia de unas estructuras superficiales formadas por proteínas, denominadas “espículas”, que le confieren a la partícula viral un típico aspecto de corona.
Según el CDC (Center for Disease Control and Prevention) son siete los coronavirus actualmente descritos que pueden infectar a personas y provocar enfermedad. Cuatro de ellos afectan comúnmente a las personas, causando cuadros clínicos de leves a moderados. De hecho, los coronavirus menos agresivos son la segunda causa de resfriado común entre la población (2-10% de los casos), después de los rinovirus. No ocurre igual en el caso del coronavirus conocido como SARS-CoV (Severe acute respiratory Coronavirus), descrito en 2002, o del MERS-CoV (Middle East Respiratory Syndrome Coronavirus), descrito en 2013, ambos causantes de graves enfermedades en humanos, provocando en casos extremos la muerte. El pasado 9 de enero, la OMS informó de la identificación de un nuevo coronavirus que afectaba a humanos el cual estaba relacionado con un brote de neumonía, cuyo foco se localizaba en la ciudad de Wuhan (China) y el cual se ha descrito como el coronavirus 2019-nCoV.
Francisca Suárez indica que los coronavirus que afectan más comúnmente a los humanos pueden producir un cuadro clínico muy similar a un simple resfriado (rinitis, dolor de garganta, tos), aunque en algunos casos, sobre todo en pacientes asmáticos o pacientes que presentan algún tipo de enfermedad respiratoria crónica, los síntomas pueden verse agravados. En niños, la enfermedad puede ser incluso más grave, causando laringotraqueobronquitis, bronquitis y neumonía.
En el caso del nuevo coronavirus (2019-nCoV), las autoridades sanitarias describen un cuadro clínico bastante similar al descrito anteriormente. Aunque en algunos casos, muchos infectados muestran síntomas leves o incluso son asintomáticos, los síntomas descritos por la OMS incluyen fiebre, tos y dificultades para respirar. En casos más graves, el virus puede provocar neumonía, síndrome respiratorio agudo severo, insuficiencia renal e incluso la muerte. El período de incubación del coronavirus sigue siendo desconocido, aunque se sospecha que podría estar entre 10 y 14 días.
Aunque hasta la fecha la tasa de mortalidad del virus no supera el 3%, no se puede saber aún cuán letal es el nuevo coronavirus. Hay que tener en cuenta que no se conoce con exactitud el periodo de incubación del virus previo a la aparición de los primeros síntomas. Ciertamente, se han descrito como posibles pacientes de riesgo, personas con un sistema inmune comprometido, y con historial de padecer algún tipo de enfermedad crónica respiratoria. Entre éstos, las tasas de mortalidad parecen ser más elevadas en pacientes de avanzada edad y en aquellos con diabetes, hipertensión o enfermedad coronaria. Sin embargo, existen datos que indican que la mayoría de los pacientes que presentaban síntomas graves estaban sanos. En definitiva, muchos de los factores de riesgo que podrían llevar a la infección por el nuevo coronavirus en una dirección letal, son aún una incógnita.
En cuanto a su propagación, lo hace de persona a persona. En anteriores brotes debido a otros coronavirus el contagio se produjo con tos, estornudos, contacto directo o a través de material infectado con el virus, por lo que sugiere que el modo de transmisión del 2019-nCoV puede ser similar. No hay que olvidar que el uso de antibióticos para el tratamiento de una infección viral es del todo inútil y que la obtención de nuevas vacunas es lenta y tediosa, lo que favorece que el virus vaya ganando terreno.
Para evitarlo, las autoridades recomiendan lavarse frecuentemente las manos con algún desinfectante a base de alcohol o agua y jabón, evitar tocarse los ojos, nariz y boca, evitar el contacto con personas enfermas, quedarse en casa en caso de enfermedad, cubrir la tos y estornudos con un pañuelo desechable, limpiar y desinfectar objetos o superficies que se toquen con frecuencia, y evitar el consumo de productos animales crudos o poco cocidos.