Llega a término el seminario ‘Infraestructuras verdes para la agricultura’ con la intervención de uno de los principales personajes de la FAO durante treinta años y desarrollando su última jornada en el Jardín Botánico La Almunya del Sur.
Desde el Casino de Dalías hasta El Ejido, subsede como lo será Gérgal de estos XXIII Cursos de Verano de la UAL para que pasen finalmente por una decena exacta de municipios de la provincia, ha terminado otro seminario consolidado en esta programación estival. Se trata del dedicado a infraestructuras verdes, que este año se ha centrado en la agricultura y que ha contado con los mismos directores de sus ediciones pasadas, Esther Giménez, directora del CECOUAL y profesora de Botánica en la Universidad de Almería, y Manuel Sánchez, director del Jardín Botánico ‘La Almunya del Sur’. Precisamente en ese mismo emplazamiento ha tenido lugar la jornada de clausura, siendo el propio Manuel Sánchez el que ha ofrecido la último intervención con el mismo título del curso en si, ‘Infraestructuras verdes para la agricultura’.
José Esquinas, un personaje clave de la FAO durante 30 años desempeñando distintas funciones profesionales en su seno, que fue nominado al Premio Mundial de Alimentos a instancias de la propia Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura en el año 2008, y que ha recibido a lo largo de su carrera numerosos reconocimientos internacionales como docente e investigador, ha dejado una extensa serie de frases para la reflexión. Su ponencia, ‘Agrobiodiversidad, semillas tradicionales y cultura asociada’, ha tenido una amplia introducción en la que ha descrito la situación actual del planeta y la humanidad a través de un repaso realista de claves que no son tenidas en cuenta: “La aeronave ‘Tierra’ va a toda velocidad, vamos más rápido que nunca, pero no tenemos ni idea de a dónde vamos”.
A su juicio, resulta fundamental “la sinergia entre los conocimientos tradicionales milenarios de los agricultores y la tecnología moderna” en equilibrio para “un mundo sostenible y una agricultura sostenible”. Ha recordado que “ahora mismo el campo está cada vez más robotizado, más despersonalizado, llegando a un punto en el que es posible la agricultura sin agricultores”. Esto conduce a que “la sabiduría ancestral se está sustituyendo por macrodatos que se gestionan a muchos miles de kilómetros, que te dicen lo que hay que cultivar y de qué manera”. Sus afirmaciones las ha sustentado en la propia experiencia, habiendo visitado en su estancia en la FAO más de 120 países, “aldea global con diversidad de culturas”, y sobre esa base ha lamentado que “a día de hoy se camina hacia una única civilización, hacia una única tendencia, hacia modas únicas, uniformizando la diversidad también en el sector agroalimentario, y eso es muy peligroso”.
Esquinas ha advertido que “esto nos hace más vulnerables”, y “no quiere decir que la unidad no sea deseable, sino, como decía un poeta indio, la unidad es deseable, pero la uniformidad es detestable”, siendo este el gran error, “confundir la una con la otra y no promover la unidad en diversidad, y naturalmente biodiversidad y, más en concreto, biodiversidad agrícola”. No ha dudado en definirlo como “una necesidad” de “esa riqueza” para “hacer frente a los cambios de todo tipo, especialmente medioambientales, impredecibles a lo largo de los años”. Ha pedido no perder de vista que “los problemas hoy son comunes y las soluciones no dejan de tener también una base común”. Ha localizado los tres grandes retos actuales en ámbito mundial, que son “el cambio climático como el más importante de todos, la pandemia y la guerra en Ucrania, que está teniendo repercusiones en toda Europa y, de modo principal, en los países más necesitados”.
La raíz está “en lo que hemos hecho con el sistema de vida, y sobre todo de consumo, consumiendo muchos más recursos naturales limitados y perecederos, tierra, agua, aire, diversidad biológica, energía, minas… y nos está llevando a una ruptura completa de los equilibrios del planeta que desencadenan en el cambio climático”. En el mismo “está contribuyendo y es un gran responsable el tipo actual de la agricultura”. Ha utilizado la palabra “abuso” para dejarlo más claro, recordando que “los recursos naturales no nos pertenecen, sino que los tenemos en préstamo de nuestros hijos, y cuando consumimos más de lo que nos corresponde, lo que hacemos es robar a nuestros hijos, con una advertencia muy clara: “El que desaparecerá será el hombre, no el planeta”. Y es que “la deuda ecológica para las generaciones futuras es terrible, y no está representada en los sistemas económico ni político, un déficit de la democracia que hay que subsanar”.
El ponente ha lanzado el mensaje de que “la COVID es una de las pandemias o plagas que se nos vienen encima”, recordando que los problemas planteados se deben a “la alteración de los equilibrios naturales del planeta debido a un consumo irresponsable y a un sistema de producción insostenible”. Ha dejado una definición de agricultura, “la transformación de los recursos naturales del planeta en alimento a través de tecnología, entendida como instrumento y o como fin”. La ligación de los planos medioambiental y social es patente y “se está caminando hacia el colapso”. Además, ha vinculado las palabras ‘economía’ y ‘ecología’, “la primera se ha desvirtuado, hemos creado la segunda, que significa lo mismo, y hay que volver a hacer converger las dos vertientes, porque el verdadero valor de las cosas son los recursos naturales que consumen y el tiempo que les dedicamos, y todo lo demás no es nada más que parafernalia que está llevando a un mundo artificial y no sostenible”. Ha hecho un llamamiento a “los valores” ante una “concentración del poder adquisitivo y el capital en cada vez menos manos, que controlan a dónde vamos”.
El que ha sido director de la Cátedra de Estudios de Hambre y Pobreza, en la Universidad de Córdoba, con todo, ha querido ser optimista después de hacer un repaso amplio por ejemplos de agrobiodiversidad y semillas tradiciones que ha conocido a lo largo del mundo, con sus culturas asociadas respectivas: “Si se quiere, se puede”. Ha llegado con facilidad a los alumnos matriculados, destacando Esther Giménez, a modo de balance, que “el curso se ha desarrollado con gran éxito de asistencia” y que los alumnos “han sido muy participativos”. Ellos mismos “han puesto de manifiesto una necesidad de conexión, ya que precisamente uno de los grandes problemas detectados ha sido la falta de comunicación entre las partes implicadas, como son agricultores, gestores e investigadores, y la hemos logrado en el curso”, textualmente. Ha recordado que “las infraestructuras verdes no son otra cosa que los espacios no ocupados por invernaderos, como bordes, balsas de riego, ramblas…, espacios que nos brindan la oportunidad de reconectarnos con la naturaleza de manera que esta nos pueda aportar los beneficios necesarios para desarrollar una agricultura más sostenible y saludable, además de más productiva”. Ha concluido setenciado que “la biodiversidad, su conocimiento, fomento y conservación, es la gran solución a la nueva agricultura que se demanda por todos, principalmente los consumidores”.